La economía de México ha sido una de las grandes revelaciones de estos últimos años. A pesar de que el avance del país ha pasado bajo el radar repetidamente, la realidad es que se trata del quinto país del G20 con mayor crecimiento del PIB, solo por detrás de la India, China, Indonesia y Turquía y el líder indiscutible de latinoamérica. Con un avance del 3,2% ha conseguido minimizar la desaceleración desde el 3,9% del 2022. Una sólida e inesperada demanda interna se ha mezclado con un hito histórico, convertirse en el socio comercial número 1 de EEUU, lo que le ha permitido incrementar sus exportaciones mientras el mundo cada vez compra menos, dando vida a su economía. Sin embargo, los analistas y expertos temen que Donald Trump pueda acabar con esta ventaja diferencial.
Por ahora el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido buen testigo de este éxito mexicano, revalorizando su previsión para 2024 en 0,6 puntos hasta el 2,7% debido a «una demanda interna más fuerte de lo esperado y un crecimiento mayor de lo previsto de sus principales socios comerciales«. Respecto a lo primero, los analistas de Deloitte explica que sólo puede explicarse detrás de un mercado laboral ‘on fire’ que ha permitido que su población ignore una inflación alta. La tasa de desempleo en el país latinoamericano está en el 3% y durante el año ha tocado mínimos de 2005. Este mercado laboral «ha incentivado una gran mejora salarial que ha impulsado el consumo«, de hecho, la consultora señala que desde 2008 los salarios de los trabajadores mexicanos han crecido un 21%.
Desde BBVA coinciden en que la clave ha estado en estos «aumentos de los salarios reales, que han impulsado el consumo» y creen que todo indica que «la demanda interna seguirá siendo muy resistente los próximos meses«. Y que, aunque se espera una menor inversión pública, en particular en la construcción, «esperamos que la inversión privada crezca» compensando con creces estas cifras. Alonso Cervera, analista de Santander México cree que este consumo se verá compensado por «una caída de la inflación y un gran margen para que el banco central flexibilice su política monetaria«.
Todo esto además, con una deuda muy baja (49,4% de su PIB), una situación que gustó especialmente a la OCDE en su último informe, que destacó que «con un sólido historial reciente de logros fiscales y una deuda pública baja, el país está en una gran posición para abordar importantes necesidades de gasto en productividad, infraestructura, educación, lucha contra la corrupción y crimen» al tiempo que «tiene un gran potencial para atraer una gran ola de inversión y mejorar su cadena de valor«.